La corrupción ha tenido y tiene una trascendencia política importante, siendo esta una de las razones por las cuales allí se han concentrado recientemente las discusiones sobre este tema. Lo cierto es que ésta no es solo una responsabilidad que recae en nuestros representantes, sino en cada uno de nosotros, volviéndose así un deber/responsabilidad evitarla en cualquier otra esfera e interacción social.

El planteamiento de este artículo de opinión va más allá de la discusión política, que, aunque importante, nos ha hecho perder de vista cómo nosotros mismos somos parte de la solución (o del problema). Discutiendo con mi papá sobre este tema, hablamos de casos prácticos que explican como la corrupción se presenta a todos los niveles, así la persona que ofrece dinero a un policía de tránsito para evitar imposición de multas aun cuando es consciente de que cometió una infracción, o quien paga a un tercero para la elaboración del trabajo de grado y lo presentan como si fueran los autores de dicho documento o quien llegan a una posición de trabajo sin acreditar conocimientos o experiencia, simplemente por tener “palanca” en la entidad o compañía en la que son candidatos, son formas claras de corrupción.  

Por este tipo de ejemplos y trabajando en este artículo, me surgió el siguiente cuestionamiento: ¿Hemos normalizado, como sociedad, que se presenten actos de corrupción? La respuesta la dejo al criterio del lector. Sin embargo, desde mi perspectiva, la respuesta es sí y lo voy a explicar bajo un concepto que he denominado como “corrupción selectiva”, entendiéndola para efectos de este artículo como esa corrupción que es socialmente permitida siempre y cuando haya una retribución o cuando sea en “justas proporciones[1]”.

La corrupción selectiva a nivel macro se explica desde una expresión que he escuchado en varios escenarios y es la siguiente: “que robe pero que invierta por lo menos un poquito”, la expresión “que robe” es una aceptación expresa de un hecho contrario a los intereses generales -que por lo general está ligado a un acto de corrupción-, el cual no es relevante siempre y cuando haya una retribución para la sociedad/sujeto particular así sea en una proporción inferior a lo que debería ser.

Este tipo de corrupción también aparece en el momento en el que nosotros mismos como ciudadanos promovemos o hacemos parte de actos de corrupción, con casos prácticos como los que exponía al inicio de este artículo, y al verlo de forma global entendemos que no es solo un ciudadano sino miles de ciudadanos a nuestro alrededor los que están haciendo lo mismo.  

Es por esta razón que mi llamado con este artículo es cuestionarnos sobre cómo nosotros mismos podemos aportar para que la discusión sobre la corrupción no sólo en la esfera política, en donde por supuesto tenemos que seguir presionando como ciudadanos, sino para aportar en la discusión desde nuestro entorno (familiar, de trabajo y personal), y es entendiendo ¿qué podemos hacer para combatir la corrupción?

Desde mi perspectiva como ciudadana, lo primero es que dejemos de normalizar cualquier situación de corrupción, incluso cuando no sea a gran escala, porque al final, todos los actos independientemente de su alcance ya sean en el sector público o privado son graves y, por lo general implican una afectación a los intereses generales.

Desde mi rol de Compliance Officer y para quienes estamos en un departamento de cumplimiento, desde nuestra experiencia, podemos sensibilizar a otras personas (además del rol que tenemos en cada una de nuestras compañías), explicando cómo la corrupción también se presenta en nuestro día a día y cómo nosotros mismos estamos en capacidad de evitar ciertas conductas. Al final parte de no normalizar este tipo de conductas es entender las implicaciones negativas que esto tiene en nuestra sociedad.

Por esta razón es importante entender que nosotros mismos, como ciudadanos, como trabajadores, como representantes, como líderes o cualquiera que sea nuestro rol dentro de la sociedad, tenemos la responsabilidad de evitar que actos de estas características se sigan perpetuando. La corrupción se previene desde nuestros hogares, desde las instituciones educativas, en el plano laboral y cualquier otra interacción social, negándonos a normalizarla, y por supuesto, denunciándolo cuando así corresponda. Entender esto es determinante para empezar a aportar al cambio cultural que tanto necesitamos.

Para finalizar, la pregunta no debe ser ¿de quién es el problema de la corrupción?, porque dando respuesta a este interrogante siempre vamos a tratar de encontrar un “culpable”. Para aportar al cambio lo que realmente debe considerarse es qué podemos hacer para que como ciudadanos y desde cada uno de nuestros roles, le demos a este tema la importancia, alcance y sensibilización que requiere, convirtiéndonos en los aliados anticorrupción que el país necesita y esperando acciones concretas, contundentes y ejemplares en nuestro entorno, en nuestras empresas y por parte del Gobierno Nacional cuando este tipo de situaciones se presenten.

A quienes quieran compartir sus opiniones/comentarios sobre cada uno de los cuestionamientos incluidos en este artículo, son bienvenidos para que así podamos construir conjuntamente.

Referencia:

[1] En 1978, Julio Cesar Turbay, expresidente colombiano, en medio de su campaña presidencial manifestó: “tenemos que reducir la corrupción a justas proporciones”. Cada persona podrá tener su propia interpretación sobre el momento y contexto en que se usó dicha frase; sin embargo, para mí significa aceptar la corrupción en ciertos escenarios, casos o actividades.


Paola Bohórquez

Head of Compliance & Compliance Officer de Porsche Colombia

Abogada egresada de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia con grado honorífico y publicación de su tesis de grado en consideración a su altísima calidad académica. Candidata a Magíster en Derecho Comercial en la Universidad Externado de Colombia. Certificada en la Cátedra Jean Monnet de Derecho de la Integración Comparado: UE – AL de la Comisión Europea y Universidad Externado de Colombia. Certificada en Lavado de Activos y Financiación del Terrorismo y Riesgos de Corrupción, así como en el sistema SAGRILAFT. Actualmente se encuentra cursando el Diplomado de Oficial de Cumplimiento (Compliance Officer) de la Universidad Externado de Colombia.